revista de divulgación del Instituto de Astrofísica de Andalucía

El Moby Dick de...

Nebulosa del Cangrejo del Sur

Como el título de esta sección es El Moby Dick de…, me voy a centrar en otro animalito acuático que ha sido relevante en el desarrollo de mi carrera como investigador astrofísico. Hay que volver atrás uno cuantos años (¡28!), cuando fui al Observatorio Europeo Austral (ESO) en Chile y, con mucha timidez, me presenté a mi supervisor, Hugo Schwarz, que con los años se convirtió en uno de mis mejores amigos antes de, desgraciadamente, fallecer en un accidente de moto en La Serena. Entonces no existía el Observatorio de Cerro Paranal ni oficinas en Santiago de Chile para los investigadores de ESO, por lo que pasábamos la mayor parte del tiempo en el Observatorio de La Silla en una especie de grandísima familia de un centenar de personas que compartían tiempo de trabajo y de ocio. De Hugo aprendí muchas cosas, una de ellas dar la debida importancia al trabajo, disfrutando de la suerte de tener uno tan creativo y variado como el de astrofísico pero sin sacrificar los otros importantes aspectos de la vida. Enseñanza que desde que trabajo para el Gran Telescopio  Canarias (mi Moby Dick actual) olvido con demasiada frecuencia.
Hugo me transmitió también la pasión por las nebulosas de gas ionizado que se originan como consecuencia de la pérdida de masa de las estrellas, un ingrediente crucial para entender su evolución final. Una de las nebulosas más llamativas que Hugo acababa de descubrir es el Cangrejo del Sur que, a diferencia de su homónimo del hemisferio norte, sí se parecía a un verdadero cangrejo en las imágenes de su descubrimiento.

Estrellas simbióticas

Esta nebulosa no se produce por la expulsión de la envoltura de una estrella y su sucesiva ionización por parte del remanente estelar en su fase transitoria de altísima temperatura y luminosidad. Es decir, no es una nebulosa planetaria genuina, sino el resultado de la interacción entre dos estrellas cercanas, una enana blanca caliente que ioniza el gas que una gigante roja pierde copiosamente. Estos sistemas se denominan estrellas simbióticas, y sus nebulosas extensas nos ayudan a entender los complejos mecanismos de interacción en estrellas binarias con periodos orbitales de entre un año y un milenio, y las erupciones de tipo nova que sufren periódicamente.

Con los años, he seguido buscando y diseccionando, espectroscópicamente hablando, muchísimas otras nebulosas planetarias o alrededor de estrellas simbióticas, en todo el Grupo Local. Curiosamente, varias de ellas tienen apodos de animales, como las nebulosas Mariposa, Hormiga, Ojo de Gato, o Calamar Gigante (esta probablemente esté producida por estrellas mucho más masivas). Son nombres que reflejan la extraordinaria variedad de formas que presentan, cuya explicación ha sido uno de los temas más controvertidos en las últimas tres décadas de este campo de investigación, y que tiene todavía muchos aspectos por resolver, aunque nos hayamos puesto más o menos de acuerdo en que la evolución en sistemas binarios es la solución al problema.
En los años sucesivos conseguimos observar el Cangrejo del Sur con el Telescopio Espacial Hubble (HST), para intentar reconstruir la historia del sistema y la formación de un segundo cangrejo en miniatura en su centro, y recientemente el mismo HST ha tomado una nueva imagen del objeto para celebrar su vigesimonoveno cumpleaños. El objeto es tan llamativo que en mi despacho tengo un libro sobre SETI que propone usar objetos astronómicos con morfología singular como el Cangrejo del Sur como “argumento de conversación” cuando entremos en contacto con otra civilización de nuestra galaxia, en el supuesto de necesitar referencias comunes que sean fácilmente reconocibles para cualquier interlocutor galáctico que entienda de astronomía.

Las nebulosas planetarias y los objetos relacionados como las estrellas simbióticas nos ayudan a entender las fases finales de la vida de estrellas de tipo solar, y el retorno al medio interestelar del gas enriquecido con los elementos químicos que se producen en el interior de las estrellas. Pero su estudio tiene también implicaciones importantes en otros campos astrofísicos, como la formación de moléculas orgánicas complejas en la mezcla de gas y polvo que va enfriándose mientras se aleja de estas estrellas;  la producción de las supernovas de tipo Ia, importantes para la cosmología; la producción de jets (chorros) astrofísicos, cuyos mecanismos  de formación parecen ser universales independientemente de la escala –estelar o galáctica– que se considere; la evolución de las estrellas variables cataclísmicas y la fase de envoltura común, un proceso tan importante como desconocido. Sin contar su importancia como indicadores de la química, luminosidad, cinemática, y distancia de galaxias externas gracias a su alta luminosidad en longitudes de onda específicas y sus características espectrales, que permiten su identificación hasta distancias de cien megapársecs con la instrumentación disponible hoy en día. Todos estos temas me parecen fascinantes, así como muchísimos otros de la astrofísica moderna. Qué suerte estar en este mundillo.

...Romano Corradi (IAC/GTC)

Doctorado en astrofísica de la Universidad de Padua. Después de trabajar en el Observatorio La Silla (ESO) de 1991 a 1993, comenzó su trabajo en el Instituto de Astrofísica de Canarias  (IAC), y más tarde en el grupo de telescopios Isaac Newton. Es investigador del IAC y, desde 2016, director del Gran Telescopio Canarias (GTC). Sus principales intereses científicos son las últimas etapas de la evolución estelar y la química del medio interestelar en el universo cercano.