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revista de divulgación del Instituto de Astrofísica de Andalucía
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Cuatro años del proyecto Severo Ochoa del IAA
El virus y sus mutaciones siguen como poco entorpeciendo nuestro trabajo diario. Tuvimos algún conato de aproximación a retomar la actividad presencial en toda su extensión, que no llegó muy lejos, pero nos permitió encontrarnos, mascarilla mediante, antes del descanso estival, y en la jornada de recapitulación de 2021. El azote de la omicrón y la sexta ola de fin de año nos pone de nuevo el aislamiento discrecional como plato del día... Pantalla, pantalla, pantalla.
Tras un nuevo solsticio de invierno inaugurado en formato bastante diferente al de antes, volvemos con energías renovadas, como corresponde al comienzo de un nuevo año. En 2022 se cumplirán los cuatro años de nuestro programa de excelencia Severo Ochoa.
Corresponde de nuevo presentar a las personas incorporadas al SO-IAA en el último año, o poco más. Se trata de seis investigadoras e investigadores postdoctorales cuyas contribuciones son parte fundamental de nuestro proyecto estratégico. Su investigación abarca el estudio de los cuerpos menores del Sistema Solar y la caracterización de sistemas planetarios, las atmósferas de planetas tipo Júpiter ultracalientes, la astrofísica de objetos emisores en rayos gamma de muy alta energía con telescopios cherenkov, la física de agujeros negros y jets relativistas con el Telescopio del Horizonte de Sucesos (EHT), la detección y caracterización de galaxias con líneas de emisión extremas y la aplicación del aprendizaje automático para la detección y caracterización de fuentes galácticas y extragalácticas en grandes cartografiados. El proyecto Severo Ochoa del Instituto de Astrofísica de Andalucía es, sin duda, una herramienta fundamental para atraer y retener a estas personas de talento jóven e internacional, e integrarlas en todas las facetas de nuestra investigación.
(Isabel Márquez, IAA-CSIC)
Álvaro Álvarez-Candal
Los cuerpos pequeños y prístinos del Sistema Solar
Soy licenciado en astronomía por la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina) y doctor en astronomía por el Observatorio Nacional de Río de Janeiro (Brasil), donde me gradué a finales de 2006. Después de graduarme realicé estancias postdoctorales en Francia y en Chile (incluyendo una estancia de un año aquí, en el IAA, en 2012). Luego volví a Brasil donde estuve desde 2014 a 2019. En 2020 retorné a España, primero con un contrato en la Universidad de Alicante y luego en el IAA, con un contrato Severo Ochoa. Toda mi carrera profesional la he dedicado, principalmente, al estudio de los pequeños cuerpos del Sistema Solar, desde asteroides hasta objetos transneptunianos, usando técnicas observacionales como la fotometría y la espectroscopía en el rango del visible y el infrarrojo próximo. Además de esto, he colaborado también en trabajos sobre estrellas u objetos extragalácticos donde pude aportar, sobre todo, algún conocimiento observacional.
Los pequeños cuerpos son extremadamente interesantes en la cosmogonía de la formación del Sistema Solar: mientras que los planetas, ya sean gigantes o no, han sufrido procesos fisícoquímicos que modificaron el material del que se formaron (se diferenciaron), los pequeños cuerpos se han mantenido relativamente inalterados, especialmente un subconjunto formado por los objetos más primitivos identificados. Estos objetos nos permiten “trazar” los procesos evolutivos que afectan a las superficies y, con un poco de fortuna, reconocer cómo era el Sistema Solar original.
En particular, mi proyecto de investigación Severo Ochoa incluye aspectos a los que ya me he dedicado en el pasado, como el análisis de propiedades fotómetricas de asteroides, pero incluyendo herramientas que no había utilizado hasta ahora, como la minería de grandes bases de datos y métodos estadísticos para la interpretación de los resultados. En resumidas palabras: quiero utilizar los colores de los objetos para tener una idea de la posible composición superficial de los objetos. La novedad de lo que propongo reside en utilizar datos en varias longitudes de onda y corregir todos los efectos geométricos que afectan a las observaciones, para obtener las llamadas magnitudes absolutas y de esta forma eliminar ambigüedades presentes en muchos trabajos que son referencia para la comunidad. Una vez disponga de una distribución de colores bien caracterizada, propongo utilizar resultados de modelos de evolución de superficies y dinámicos para tener una idea sobre la procedencia de los objetos que observamos actualmente en el Sistema Solar. En esta línea, recientemente publiqué un artículo utilizando la base de datos del cartografiado digital SLOAN para obtener magnitudes absolutas de unos quince mil objetos (Alvarez-Candal et al. 2022, A&A, 657, A80). Usando esos resultados hemos obtenido la clasificación taxonómica de unos nueve mil objetos (Colazo, Alvarez-Candal, Duffard, 2022, en preparación), preparando el camino y las herramientas para otros grandes cartografiados que llegarán en el futuro próximo, como J-PAS, EUCLID o LSST, entre muchos otros.
Con vistas al futuro, quisiera continuar desarrollando herramientas para su uso en grandes bases de datos y aplicarlas a esas bases para extraer información que pueda ayudarnos a tener un panorama completo y sin sesgos (o minimizando su impacto) del Sistema Solar. Esta información será usada como punto de partida para el estudio de su formación y evolución, así como para establecer vínculos con sistemas planetarios extrasolares.
Pero no solo motivos profesionales, también personales, hicieron interesarme por retornar al IAA y a Granada, que es una ciudad fascinante donde, al atravesar la primera capa de malafollá, uno se encuentra con gente muy amable y cálida, y en la que vale la pena perderse por las callejuelas del centro histórico, o dejarse las pantorrillas para subir a la Alhambra, o a los muchos miradores, y deleitarse con las vistas. Confieso que me gustaría que estos, Granada y el IAA, fuesen los lugares donde me quede definitivamente.
Giacomo Bonnoli
Los blázares, las fuentes de emisión continua más intensas observadas
Los blázares se encuentran entre las rarezas más fascinantes del universo. Estas fuentes, los “motores” persistentes más potentes observados en la naturaleza, residen en el núcleo de algunas galaxias especiales y pueden considerarse aceleradores naturales de partículas, capaces de acelerar electrones y protones hasta energías inconcebibles para laboratorios terrestres como el Gran Colisionador de Hadrones del CERN.
Todas las galaxias albergan en su núcleo un gigantesco agujero negro con la masa de millones o miles de millones de soles. En una fracción de ellas, el agujero negro interactúa gravitacionalmente con la materia que se encuentra en su proximidad. Una intensa radiación electromagnética se origina en la caída, a través del horizonte de sucesos del agujero negro, del gas que gira alrededor del agujero negro en forma de disco. Este fenómeno irradia continuamente una potencia increíble, comparable o mayor que la suma de los miles de millones de estrellas que constituyen la propia galaxia.
En una fracción de estos núcleos activos de galaxias también se originan un par de chorros relativistas de plasma que se lanzan en direcciones opuestas. En el chorro, los electrones y protones libres son acelerados a velocidades próximas a la de la luz, y los propios chorros son colimados por una compleja interacción del campo magnético y el propio plasma. Los chorros emiten una enorme energía en todas las longitudes de onda, desde las ondas de radio hasta los rayos gamma.
Los chorros están orientados aleatoriamente en el espacio, pero cuando apuntan en dirección a la Tierra observamos los blázares. En este caso, los flujos que medimos están muy amplificados por efectos relativistas que nos ayudan a estudiar estos fantásticos motores, que pueden brillar miles de veces más que su galaxia anfitriona. Los blázares son fuentes asombrosamente variables, y pueden variar su flujo de forma impredecible (¡hasta factores de miles!). En rayos gamma los flujos pueden variar significativamente en escalas de pocos minutos. Esta variabilidad es un recurso clave para comprender mejor estas fuentes y los detalles de los procesos físicos implicados en su evolución, aún en debate.
Desde hace años, una de mis actividades clave se centra en la planificación, realización e interpretación de campañas de observación de blázares con telescopios de radio, óptico, de rayos X y gamma que observan el mismo blázar de forma coordinada. He dirigido muchas campañas de observación de blázares con MAGIC, un sistema de dos telescopios de diecisiete metros situados en las Islas Canarias capaces, mediante una técnica especial y muy fructífera llamada Imaging Atmospheric Cherenkov, de detectar los rayos gamma emitidos por varios tipos de fuentes, como los blázares.
En 2020 solicité un puesto postdoctoral dentro del programa Severo Ochoa del IAA en el grupo del investigador Iván Agudo. También experto en blázares, Iván Agudo lideraba un grupo que trabajaba en astronomía cherenkov y contribuía a la construcción de un observatorio de rayos gamma, el Cherenkov Telescope Array (CTA), con un emplazamiento norte en La Palma y un emplazamiento sur en Chile, cada uno de ellos con varias decenas de telescopios cherenkov.
Además, nuestro grupo se unió en 2021 a la Colaboración MAGIC, comenzando a contribuir a las observaciones en La Palma (en agosto de 2021 fui el líder del equipo de observación) y a otras actividades; por ejemplo, coordiné el grupo de trabajo de física dedicado a estudiar fuentes extragalácticas dentro de MAGIC, inicié programas de observación plurianuales de polarimetría óptica de blázares en el Observatorio de Calar Alto y de fotometría óptica y polarimetría en el Observatorio de Sierra Nevada (OSN-IAA). Estas observaciones pretenden contribuir sustancialmente a los estudios de los blázares, incluyendo también los datos de rayos gamma de MAGIC y de otros observatorios terrestres y en órbita, como el satélite IXPE, el primer satélite capaz de realizar polarimetría de rayos X de la historia y en el que nuestro grupo también participa.
Recientemente dejé Granada, ya que obtuve un puesto permanente en el Observatorio Astronómico de Brera (INAF). Pero la conexión con el grupo IAA se mantiene, y seguimos investigando juntos. Trabajar en Granada dentro del programa Severo Ochoa fue una experiencia muy estimulante para mí. Formé parte de un excelente grupo de investigación, en el que todo el mundo disfruta de su trabajo cada día; participé en el estimulante entorno científico de un instituto con una destacada posición internacional y con colegas procedentes de todo el mundo (¡tres continentes representados en mi despacho de tres mesas!); pude vivir en una ciudad magnífica, culta e histórica en la que me sentí como en casa desde el primer día. Además, se me regalaron relaciones profesionales y personales sólidas y enriquecedoras que me acompañarán en mi vida.
Iris Breda
Las galaxias de línea de emisión extrema con el sondeo JPAS
Aunque hoy soy astrónoma, me licencié en ingeniería ambiental en Aveiro, Portugal, lo que hace que mi trayectoria académica sea notablemente inusual. El primer reto al que me enfrenté tras ser aceptada en el programa de máster en astronomía de la Universidad de Oporto fue la necesidad de buscar ayuda financiera, lo que me llevó a aventurarme a trabajar durante una temporada de verano en Suiza. Posteriormente, mientras estaba matriculada en el máster, y a la luz de mi descontextualizada formación académica, me hizo falta una extraordinaria cantidad de trabajo duro para familiarizarme con la física, la programación y otras materias, obligatorias para seguir una carrera académica en astrofísica. Al ser una entusiasta de esta materia y estar extremadamente motivada, ese gran esfuerzo se produjo de forma natural. A continuación, obtuve una beca de doctorado en la misma institución, donde exploré a fondo lo más bello que ha creado el universo: las galaxias espirales. Durante este tiempo me he sumergido en el misterioso mundo de las galaxias, intentando comprender cómo se forman y evolucionan estas magníficas entidades. Terminé mi doctorado en 2019 y continué explorando la misma línea de investigación a través de una breve beca postdoctoral y, aproximadamente un año después, recibí la prestigiosa beca postdoctoral Severo Ochoa en el IAA-CSIC que me permitió seguir explorando uno de los tipos de galaxias más notables del universo. Desgraciadamente llegué a Granada en tiempos de covid-19, lo que me impidió experimentar el atractivo y estimulante ambiente social del instituto en todo su potencial.
A través del contrato Severo Ochoa se me concedió la apasionante oportunidad de ampliar mi línea de investigación investigando lo que se conoce como galaxias de línea de emisión extrema (EELGs) mediante el estudio a gran escala JPAS (Javalambre-Physics of the Accelerating Universe Astrophysical Survey). Este sondeo es idóneo para este propósito, ya que observará una gran sección del cielo (unos ocho mil grados cuadrados) mediante cincuenta y cuatro filtros de banda estrecha en el régimen óptico y dos filtros anchos adicionales que se extienden hasta el ultravioleta y el infrarrojo cercano. Cuando se complete, dará lugar a uno de los mayores repositorios de fotoespectros o espectroscopia de campo integral de baja resolución para todos los tipos morfológicos de galaxias del universo local, y hasta aproximadamente la mitad de la edad del universo.
En lo que respecta a los objetos de mi estudio, las galaxias de líneas de emisión extrema son una submuestra de objetos extragalácticos cuyo conocimiento exhaustivo sigue siendo esquivo. Estas entidades astronómicas excepcionales, que pueden parecer irrelevantes a primera vista debido a su naturaleza débil y a sus dimensiones reducidas, podrían albergar la clave para nuestra comprensión de la formación de las galaxias. Estos objetos, aunque muy pequeños, se encuentran entre las entidades más activas que observamos en el universo: están formando estrellas a un ritmo asombroso, imitando las condiciones que creemos que se dieron en el universo primitivo. Estas galaxias pueden formar, en un solo brote estelar con una duración de entre diez y veinte millones de años, hasta el diez por ciento de su masa estelar total. La enorme producción de energía de las estrellas masivas y de las explosiones de supernova da lugar a flujos nebulares muy fuertes y extendidos, con gigantescos vientos galácticos impulsados por los brotes de formación estelar con velocidades de unos cien kilómetros por segundo.
Además, estas galaxias albergan los entornos más prístinos que los astrónomos hayan visto nunca, con muy poca cantidad de metales (en astronomía, todo elemento más pesado que el hidrógeno se considera un metal). Se cree que constituyen los bloques a partir de los que se forman galaxias más masivas, siendo así una pieza fundamental en el rompecabezas de la formación de galaxias. El estudio de sus propiedades estelares y gaseosas es, por lo tanto, de gran importancia, lo que requiere la adquisición de una muestra considerable que abarque un amplio rango en el desplazamiento al rojo (es decir, en diferentes etapas de la edad del universo).
Llegué al IAA para formar parte de un equipo con ese objetivo, ya que las primeras imágenes del JPAS estaban listas para ser exploradas. Mi investigación, junto con la de mi equipo, ofrecerá a la comunidad astronómica valiosa información sobre uno de los objetos más extraordinarios del universo, aportando luz además sobre cómo se forman y evolucionan las galaxias.
Camilla Danielski
Resolver el puzle de los planetas extrasolares
Me interesé por primera vez por los exoplanetas en una charla de divulgación en el Festival de la Ciencia de Génova (Italia). Por aquel entonces todavía estaba en la universidad y la idea de descubrir planetas fuera del Sistema Solar me entusiasmó hasta tal punto que realicé mi proyecto final de licenciatura sobre la misión PLATO. Tras licenciarme me trasladé a Londres y comencé mi especialización en el estudio de las atmósferas de los exoplanetas en el University College London (UCL). En la UCL obtuve mi máster y mi doctorado y luego me trasladé a París, donde trabajé siete años como investigadora postdoctoral en tres institutos diferentes (el IAS, el Observatorio de París y el CEA), centrando siempre mi investigación en el estudio de las atmósferas de los planetas para conocer cómo se formaron y evolucionaron. Paralelamente comencé a trabajar en la preparación científica de la misión espacial Ariel, que se lanzará en 2029 y que caracterizará la atmósfera de unos mil exoplanetas. Y es precisamente por Ariel por lo que me he incorporado al programa Severo Ochoa en el IAA: la diversidad y la alta calidad de su investigación es clave para preparar la ciencia de Ariel y optimizar el rendimiento científico de la misión.
Hoy en día podemos detectar exoplanetas en la vecindad solar mediante diferentes técnicas. Entre ellas se hallan la imagen directa, que nos permite observar planetas jóvenes y de formación reciente, y los métodos de los tránsitos y de la velocidad radial, que nos permiten detectar planetas adultos que migraron cerca de sus estrellas desde el disco exterior. Contamos además con el método de las microlentes, cuya peculiaridad reside en su capacidad de encontrar planetas más alejados de nosotros, en dirección al centro de nuestra propia Galaxia. De hecho, recientemente este método permitió descubrir el primer exoplaneta confirmado que orbita alrededor de una enana blanca, a seis mil años luz de la Tierra. Se trata de un descubrimiento de gran relevancia, ya que demostró que los planetas pueden sobrevivir a la evolución extrema de su estrella anfitriona y que pueden envejecer.
Uno de mis sueños reside en descubrir exoplanetas en toda la Vía Láctea, y quizás en otras galaxias. ¿Sabíais que esto podría ser posible mediante la astronomía de ondas gravitacionales? Actualmente estoy trabajando en este tema con mis colegas, y podremos probar la eficacia del método cuando la misión LISA (Laser Interferometer Space Antenna mission) sea lanzada al espacio en 2034. Si LISA detectara planetas, podremos entender si los que vemos cerca de nuestro Sistema Solar son la regla o la excepción. Sería como cuando Cristóbal Colón cruzó el océano y descubrió un continente completamente nuevo con verduras y frutas desconocidas. Solo que en este caso se trataría de un nuevo tipo de sistemas planetarios y planetas.
Durante mi estancia en París también empecé a trabajar en el análisis de las estrellas que albergan los exoplanetas. Las estrellas son una pieza clave del rompecabezas cuando se trata de entender dónde se formó un planeta y por qué la atmósfera de nuestros exoplanetas es como es. Los planetas y las estrellas se forman a partir de la misma nube de gas y tienen los mismos “ingredientes”, con la diferencia de que los planetas, al ser mucho más pequeños, viven una vida más caótica: se mueven, a veces juegan al pinball con los otros planetas del sistema, se calientan y pierden parte de la atmósfera al acercarse a la estrella, o a veces simplemente son expulsados del sistema para acabar flotando libremente en el espacio. Todo ello en tiempos astronómicos, por supuesto. Por eso necesitamos conocer la estrella, sus parámetros, su actividad y su composición: cada uno de ellos es una piedra Rosetta que nos permite interpretar la naturaleza del planeta y dibujar su historia pasada.
En el IAA estoy trabajando para unir todas las piezas del rompecabezas: la estrella, la atmósfera de los planetas jóvenes, la atmósfera de los planetas adultos y, por último, la detección de aquellos planetas que sobreviven a la evolución estelar, y que en el futuro podrían ser observados por las ondas gravitacionales. El rompecabezas final debería mostrarnos cómo se forman y evolucionan los planetas hasta que sus estrellas se apagan. Yo estoy intentando resolver mi parte del rompecabezas, al igual que mis colegas dentro de los consorcios Ariel y CARMENES. ¡Tal vez se me olvidó mencionar que es un rompecabezas de cuarenta mil (o más) piezas...! La sinergia entre científicos españoles e internacionales es la clave.
Manuel Jiménez
Gaia: Una nueva mirada a nuestra Galaxia
Desde pequeño sentí verdadera fascinación por la astronomía y el estudio y comprensión de ese paisaje nocturno que se desvela ante nosotros cada noche (aunque a veces la contaminación lumínica nos lo ponga algo difícil). Lo que nunca hubiese imaginado por entonces es que algún día me dedicaría a ello desde mi ciudad y en el marco de un proyecto de excelencia que engloba investigación científica al más alto nivel.
Tras completar la licenciatura en física en la Universidad de Granada me mudé a Inglaterra para realizar el doctorado en informática en la Universidad de Nottingham. Mi tesis versó sobre el desarrollo de algoritmos de aprendizaje automático para mejorar la clasificación morfológica de galaxias. Para su entrenamiento, es decir, en la fase de aprendizaje, hacía uso de imágenes clasificadas visualmente por astrónomos tanto expertos como aficionados que habían aunado esfuerzos en el marco de proyectos de ciencia ciudadana, así como imágenes no clasificadas previamente. Y fue este primer acercamiento a datos astronómicos, en el contexto de un problema clásico de la astrofísica desde los tiempos de Hubble, el que me serviría de nexo con el Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC) y de billete de vuelta académico hacia Granada.
Mi investigación en el IAA gira en torno al empleo de los nuevos datos que la misión Gaia de la Agencia Espacial Europea (ESA) está proporcionando, para una mejor comprensión de la estructura de nuestra galaxia, la Vía Láctea, así como de los variados y complejos mecanismos físicos que han dado lugar a dicha estructura. La sonda Gaia fue lanzada en 2013 y durante el último lustro ha estado enviando, desde su órbita a 1.5 millones de kilómetros de la Tierra, las medidas de posición, fotometría y velocidad radial de más de mil quinientos millones de objetos. Su situación en el espacio exterior, lejos de las distorsiones introducidas por la atmósfera y el empleo de instrumentos terrestres, provee a estas medidas de una precisión sin precedentes, conducentes a una mejora en la comprensión actual de la composición, origen y evolución de nuestra galaxia.
La imagen que tenemos de la estructura de la Vía Láctea ha ido cambiando progresivamente, en especial desde la mitad del pasado siglo. El estudio de la distribución del hidrógeno atómico (HI) evidenció la existencia de estructuras verticales que desafiaban el modelo de simetría plana del disco de las galaxias espirales como la nuestra. Más tarde, la disponibilidad de datos sobre la distribución de las estrellas jóvenes y masivas que formaban parte del brazo local, el más próximo al Sol, sugerían morfologías de naturaleza ondulatoria en los brazos espirales de la galaxia. Finalmente, la incorporación de nubes moleculares, regiones HII y otros trazadores de formación estelar permitió el estudio de las corrugaciones espaciales asociadas con los tres brazos espirales de la vecindad solar, si bien aún se especula, a día de hoy, sobre los mecanismos que originaron dichas morfologías en la estructura vertical del disco galáctico. En el grupo de investigación en el que trabajo nos centramos en el empleo de cúmulos abiertos (open clusters) para el estudio de esta estructura vertical. Los cúmulos abiertos, como agregados de unos pocos miles de estrellas provenientes de una misma nube molecular, muestran la peculiaridad de presentar una gran coherencia espacial y una mejor precisión en la determinación de su edad, posición y velocidades propias, lo que los hace muy convenientes para su uso como trazadores de la estructura del disco galáctico joven. Partiendo de un conjunto de cúmulos jóvenes (edad menor a unos treinta millones de años), y haciendo uso de técnicas de interpolación gaussiana, hemos obtenido un mapa en 3D de las poblaciones estelares jóvenes en torno al Sol, así como de sus velocidades en el eje perpendicular al plano galáctico. Esto nos está permitiendo explorar distintos patrones cuyo origen podría estar conectado con mecanismos de formación estelar que, a su vez, responderían a preguntas abiertas sobre la disposición y estructura de los brazos espirales.
Los datos de Gaia auguran una verdadera revolución en nuestra comprensión de la estructura de la Vía Láctea y, por ende, en el estudio de la formación y evolución de las galaxias. Desde el IAA trabajamos en aportar nuestro granito de arena a tan ingente y apasionante tarea.
Rocco Lico
Los agujeros negros supermasivos, con la mayor resolución posible
Mi aventura astronómica comenzó hace mucho tiempo, cuando era un niño, y me ha traído al Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC), en Granada, para investigar los secretos de los agujeros negros. Estos objetos son tan masivos que crean "agujeros" en el espaciotiempo, y ni siquiera la luz puede escapar de sus negras profundidades. Y el límite dentro del cual ninguna información no puede llegar a un observador externo se llama "horizonte de sucesos". ¿Cómo puede alguien no sentirse fascinado por ellos?
Los principales objetivos de mi investigación como becario postdoctoral Severo Ochoa en el IAA son los agujeros negros supermasivos, con masas del orden de millones a miles de millones de veces la masa del Sol. Estos monstruos se encuentran en el centro de casi todas las galaxias masivas y desempeñan un papel importante en su evolución cósmica.
Nuestra propia galaxia, la Vía Láctea, contiene un agujero negro supermasivo con una masa de unos 4.3 millones de masas solares y situado a unos 26000 años luz de la Tierra, conocido como Sagitario A* (SgrA*). Hasta ahora la existencia de SgrA* solo se ha comprobado indirectamente, mediante el estudio de los efectos gravitatorios que produce en su entorno. Uno de los principales proyectos de investigación en los que participo actualmente se centra en obtener imágenes directas de SgrA* a escala del horizonte de sucesos, lo que constituiría la primera prueba directa de la existencia de un agujero negro supermasivo en el centro de la Vía Láctea. Estoy llevando a cabo esta investigación, junto con el equipo del IAA, en el contexto de la colaboración del Telescopio del Horizonte de Sucesos (EHT), una red de radiotelescopios repartidos por todo el mundo que trabajan sincronizados. Así, gracias a una técnica conocida como interferometría de línea de muy larga base (VLBI), el EHT se convierte en un telescopio del tamaño de nuestro planeta, con la resolución angular más alta que se puede alcanzar actualmente desde tierra.
Una parte de mi investigación se dedica también a investigar la naturaleza de los campos magnéticos en las proximidades de un agujero negro. En este marco, con la colaboración del EHT, en los últimos meses publicamos un estudio detallado de la estructura del campo magnético en las regiones que rodean al agujero negro supermasivo de más de seis mil millones de masas solares situado en el corazón de la radiogalaxia M87 (a una distancia de unos 55 millones de años luz de la Tierra). Este estudio ha permitido comprender el papel del campo magnético en la extracción de energía del agujero negro y en la formación de los denominados chorros relativistas, corrientes de plasma lanzadas desde un agujero negro supermasivo y que se extienden a distancias mucho mayores que el diámetro de la propia galaxia. Esto representa uno de los principales resultados conseguidos hasta ahora por la colaboración EHT tras publicar la primera imagen de un agujero negro en 2019.
Paralelamente, estoy centrando mis esfuerzos en la investigación de las propiedades físicas de uno de los mejores candidatos a sistema de agujero negro binario supermasivo, conocido como OJ287. A partir de la curva de luz óptica de OJ287 se reveló un patrón de variabilidad cuasi-periódica de unos doce años, relacionado con el período orbital y los impactos del agujero negro secundario sobre el disco de acreción del primario. Estamos investigando las regiones más internas de OJ287, incluyendo la topología y la evolución del campo magnético, mediante observaciones de radio VLBI en el espacio con un conjunto formado por más de treinta radiotelescopios en todo el mundo junto con el satélite ruso Radioastron. OJ287 también fue observado con el EHT y nuestro grupo de investigación en el IAA está dirigiendo el análisis y la interpretación de los datos.
Además, la investigación de los sistemas gravitacionales de dos agujeros negros es extremadamente importante en el contexto de la producción de ondas gravitacionales, y OJ287 representa un objetivo único y un laboratorio espacial idóneo.
Este es un momento histórico excepcional para la radioastronomía y la investigación sobre la física de los agujeros negros, y están en camino muchos resultados emocionantes. ¡Estén atentos!