revista de divulgación del Instituto de Astrofísica de Andalucía

Otras miradas

De Islandia a la Luna. Un viaje científico hacia el espacio

Por Paula Andrea Robayo Rodríguez
La respuesta

Por Paula Andrea Robayo Rodríguez

Profesional en Cine y Televisión con un Máster en Información y Comunicación Científica, apasionada por la ciencia, el arte y su difusión a través de enfoques creativos. Ha investigado sobre el rigor de las teorías científicas aplicadas en cuatro proyectos cinematográficos y actualmente realiza un Doctorado en Comunicación y Periodismo, con un enfoque en la permacultura.

La pregunta

Islandia es una isla ubicada al noreste de Europa, un lugar marcado por su belleza salvaje, llena de glaciares, volcanes y paisajes únicos. A lo largo de los siglos, esta región fue colonizada por los vikingos, dejando una huella histórica profunda en su cultura y territorio. Hoy en día, Islandia se ha convertido en un destino muy popular para los turistas, gracias a sus paisajes surrealistas, que muchos comparan con otro planeta. Incluso la NASA podría respaldar esta afirmación, ya que en el pasado utilizó sus terrenos para preparar a los astronautas para las misiones lunares.

Durante los meses de verano, los glaciares islandeses comienzan a derretirse y los ríos bajan su caudal. Las Highlands, el corazón montañoso de la isla, se vuelven finalmente accesibles, aunque siguen siendo desafiantes. Solo se pueden recorrer en vehículos 4x4, atravesando ríos de agua glaciar. En esta época del año, la noche no existe, ya que Islandia se encuentra dentro del Círculo Polar Ártico.


Cráter islandés. Crédito: Paula Andrea Robayo Rodríguez
 

A unos 32 kilómetros al norte de Vatnajökull, el glaciar más grande de Europa, se encuentra Askja, un imponente volcán cuya erupción en 1875 colapsó los cielos europeos, enviando cenizas hasta Polonia. Este lugar aislado ubicado en las Highlands ha sido el escenario de muchas simulaciones científicas organizadas por la NASA, incluida la famosa “Caminata Lunar”, que comenzó en julio de 1967. La idea era preparar a los astronautas para las futuras misiones del Proyecto Apolo, acercándolos al ambiente lunar.

En la década de los 50, Estados Unidos y la Unión Soviética competían por liderar la conquista del espacio. En esa época, ambos países buscaban enviar satélites, naves espaciales y tecnología fuera de la atmósfera terrestre. Sin embargo, el objetivo más ambicioso era enviar a los primeros humanos al espacio exterior. Por ello, en 1961, el presidente J.F. Kennedy anunció ante el Congreso de los EE.UU. que se debía lograr un aterrizaje lunar antes del final de la década, dando inicio al Proyecto Apolo.

Los primeros astronautas seleccionados para este proyecto eran principalmente hombres con conocimientos en aeronáutica e ingeniería, capacitados para pilotar las naves espaciales hasta su destino final. No obstante, la NASA pronto se dio cuenta de que no había un propósito fijado al llegar a la luna, por lo que vieron la necesidad de preparar al equipo con una misión científica de exploración. Así, los astronautas comenzaron a recibir formación en geología, mineralogía, petrología y diferentes disciplinas, además de realizar excursiones de campo. Estas sesiones prácticas se llevaron a cabo en lugares como Alaska, California, Hawái, Nuevo México e Islandia. 

Pero, ¿qué tenían en común todos estos paisajes? Todos ellos se caracterizaban por ser terrenos volcánicos únicos. 

La relación entre los volcanes y la Luna es fascinante. A simple vista, los cráteres lunares nos muestran una textura que ha sido objeto de numerosas teorías surgidas antes del primer alunizaje. Una de ellas sugería que la Luna tuvo actividad volcánica en su pasado, lo que podría justificar muchos de sus cráteres. Otra teoría proponía que los cráteres se formaron principalmente por impactos de meteoritos y cometas. Fueron estas teorías las que guiaron la ubicación de los ejercicios simulados del Proyecto Apolo en terrenos volcánicos.
 

Preparación de las misiones Apolo en 1967.  El agua derretida de los glaciares y la nieve dificultaban enormemente el traslado de vehículos. Crédito: NASA
 

El entrenamiento práctico tenía como objetivo principal que los astronautas adquirieran habilidades para recolectar muestras lunares. Además, debían aprender a manejar instrumentos especializados como martillos, palas, cinceles y cámaras, esenciales para registrar imágenes y vídeos. Este último desafío resultaba especialmente complicado en una época donde el acceso a cámaras era limitado y los astronautas debían aprender a manejarlas desde cero.

Durante el entrenamiento, se les enseñaba a clasificar las muestras recolectadas, a decidir cuántas podían traer, de acuerdo con los límites de peso, y a sellarlas adecuadamente para evitar su contaminación. Los astronautas debían familiarizarse con una amplia variedad de terrenos volcánicos, ya que esto les permitiría estar mejor preparados para enfrentarse a las posibles condiciones lunares y realizar comparaciones precisas.

Durante su tiempo en el Volcán Askja, los astronautas enfrentaron desafíos logísticos debido al derretimiento de glaciares, la acumulación de nieve y la movilidad limitada en ese entorno hostil. En estos entrenamientos, participaban en simulaciones como el “Moon Game” (Juego de la Luna), donde debían trabajar en parejas con un límite de tiempo para finalizar una tarea asignada. Se los llevaba a ubicaciones desconocidas, y debían planear rutas en terrenos complejos, recolectando muestras representativas del área. Estas experiencias ayudaron a mejorar la comunicación entre científicos y astronautas, especialmente en el uso de términos técnicos y nomenclaturas geológicas que aún no estaban estandarizadas. Harrison Jack Schmitt, el único astronauta geólogo del Proyecto Apolo, colaboró activamente en la creación de un temario claro y accesible, facilitando el aprendizaje y comprensión de conceptos científicos para todo el equipo.


Astronautas entrenándose en geología en Islandia en 1967. Crédito: NASA
 

Muchos astronautas aseguraron que el campo volcánico de Askja era el más similar a la luna debido a su superficie basáltica, una roca volcánica que, al enfriarse, se cristaliza y suele ser de color negro. Las condiciones climáticas extremas de Islandia, como sus fuertes vientos provenientes de la costa, la nieve y las superficies rocosas, dificultan la proliferación de una amplia vegetación, por lo que esta es casi inexistente allí.

Gracias a las muestras recolectadas por los astronautas en sus primeras caminatas lunares, se pudo determinar que la Luna había tenido actividad volcánica hace aproximadamente 120 millones de años, que, aunque parece un período extenso, en la escala del universo no es tan largo. Cuando los dinosaurios aún habitaban la Tierra, la Luna estaba cubierta por océanos de magma que, al enfriarse, formaron la superficie llena de escombros de roca erosionada y polvo que hoy conocemos.

A partir de estos descubrimientos, la teoría predominante es que los cráteres lunares se formaron principalmente por impactos, en lugar de vulcanismo. No obstante, la Luna sigue siendo un enigma científico y su estudio ha llevado a nuevos descubrimientos. Los isótopos lunares coinciden exactamente con los de la Tierra, lo que respalda la teoría de que ambas se formaron a partir de la colisión de la proto-Tierra con otro cuerpo planetario. Además, han surgido preguntas acerca de sí el núcleo de la Luna está inactivo o no. Las muestras recogidas y las imágenes capturadas en las misiones lunares no solo han proporcionado respuestas, sino que también han planteado nuevas inquietudes que podrían ayudarnos a entender mejor el desarrollo geológico de nuestro planeta y su destino.

Actualmente, la NASA sigue eligiendo Islandia para entrenar a los futuros astronautas. En el verano de 2024, el equipo de la misión Artemis II llegó a los paisajes volcánicos para continuar con las simulaciones y prepararse para futuras exploraciones lunares. 
 


Los astronautas de la tripulación Artemis II, sus suplentes y el equipo de campo de entrenamiento geológico posando en un valle del parque nacional Vatnajökull de Islandia. Crédito: NASA Johnson Space Center / Robert Markowitz NASA-JSC
 

En definitiva, si eres un amante de la Luna y sus misterios, Islandia es, sin duda, un destino fascinante para explorar.